El Corazón de la Luna dentro de testigos ausentes

El Corazón de la Luna significa muchas cosas al mismo tiempo y auguro que irá más allá como película y como consecuencia.

Es cine peruano, pero no parece y proviene de una Universidad que aporta en su producción y demuestra que puede destronar del sitial del cine a otra que ahora tiene la valla muy alta.

Haydeé Cáceres, a quien conozco personalmente, más no en un grado de profundidad como el de un amigo, siempre me ha parecido «La Señora del Teatro Peruano».

La he entrevistado al menos en tres ocasiones desde mi paso por el mundo de las tablas, y con su participación en esta película, nos ha dejado perplejos y calladitos, demostrando que, de un modo u otro su maestría actoral es «terrible» como me gusta decir cuando algo es «hiper buenísimo» (perdonen por favor mi emoción destructiva de la gramática de nuestro bello idioma) pero cuando hablamos de una gran exponente de las artes dramáticas, no hay límites que valgan.



El Corazón de la Luna impone un reto mayúsculo para el cine peruano

Un año de espera

Esta película ha llegado a Perú luego de haber obtenido varios premios que incluye a Mejor Actriz.

La mayoría de las críticas que aparecen debajo del Trailer presentado para el festival SCI-FI en London, cuando entras a Youtube, son positivas, con excepción de algunos seres que hacen un pésimo uso de su capacidad mental para escribir y sin duda alguna, parten del total desconocimiento.

De entre todos los comentarios interesantes que leí, está el que señala que tiene matices orientales, por las escenas multicolores, decadentes y oscuras, que muestra, mientras otro le responde que se trata del estilo de un director de trayectoria y profesionalismo, que ya había mostrado su definición desde sus cortos.

La universalidad de la propuesta.

El Corazón de la Luna. Foto del Festival SCIFI de London.
El Corazón de la Luna. Foto del Festival SCIFI de London.

Fui al cine con mi hijo y lo primero que sentimos fue la angustia del transcurrir del tiempo, al preguntarnos constantemente, cuando empezaban los diálogos. La distancia del formato, la espera de un tradicionalismo que nunca llegó, y que, por el contrario, impuso un metalenguaje sensorial de múltiples aspectos, nos fue empujando hacia otro sentir.

Haydeé Cáceres se llega a fusionar tanto con este y los demás matices de la película, dada su naturaleza, decisión y por supuesto, gracias a su elevado nivel actoral que, la película llega a ser Haydeé misma y al revés también. Esa fusión del personaje en la narrativa de la película permite hacerla entendible en cualquier idiosincrasia sobre el planeta, prescindiendo del idioma más no del lenguaje.

Sin duda eso fue algo enigmático en esta película, como si supiese ser, a todo nivel y para cualquier ser humano, un camino por descubrir y una imposición radiante e inteligente con vida propia.

Recordé mucho cuando mi hijo tenía 4 o 5 años y me preguntaba «¿Por qué la Luna nos persigue Papá?» y en esta película yo le preguntaría ¿Por qué la Luna de testigo hijo?

Claves profundas en la narrativa de la película

El Corazón de la Luna. Foto del portal Cineaparte.com
El Corazón de la Luna. Foto del portal Cineaparte.com

Cabe destacar algunas claves que han llamado mi atención en el arte creativo de Aldo Salvini, sobre todo en lo que a «consecuencias» se refiere.

  • Un reclamo subyacente. No puedo evitar ver en el título, después de meditarlo un poco tras ver la película, el golpe que uno recibe como usuario de un «corazón de luna». Somos testigos que demuestran ausencia en la acción social, en la empatía, en el énfasis en el otro. Sin duda una sociedad que no solo le da la espalda a la tercera edad, sino que invisibiliza su presencia. Estamos allí con una sola cara y la acción «oculta» para demasiado. Toda la película nos está reclamando esta tremenda equivocación de la sociedad peruana.
  • Una mirada interior a la esquizofrenia y por tanto a cómo asumimos las enfermedades mentales, su origen, su gestión como problemática de salud pública y sin duda, a cómo se va construyendo en las personas. Aquello que por momentos no sabemos si existió nos habla de este problema en el personaje de Haydeé Cáceres.
  • La esperanza a pesar de todo. E inclusive a pesar de la muerte, que siempre estará allí para el ser humano, aunque lo único que tenga para materializarla, sea su mente y su espíritu. La última escena, sobre todo lo ocurrido en el mercado, casi asemejado con una escena en el otro lado, nos comunica con creces este sentimiento.
  • Nuestra capacidad de amar. Relevante decisión para connotar un amor por momentos emocionado, por otros abrumador y hasta impaciente, donde hasta es posible, ejercerlo únicamente por que no lo recibimos; en este análisis, la hormiga representa este plano.

 



La decisión de guión

¿Pero Papá, entonces, existe un guión en la película o no? Fue la pregunta que quedó como obvia, al salir del cine, en la mente de un niño de 12 años (la película es recomendada a partir de los 14) que no entendía la decisión del guión. Mi respuesta en ese momento no fue concreta porque estaba procesándola, pero claro que hay guión, le dije después de algunas horas a mi hijo, sólo que no es uno tradicional.

¿Y por qué? me contestó, justo con la pregunta que yo temía, pues al dramaturgo, no lo tengo aquí delante como para interrogarlo. 😉 

Así que mis emocionalidades me han llevado a estas conclusiones: 

  • Un guión tradicional no revelaría el rostro humano en contraste con el rostro robótico y la luna como testigo, inamovible, representando el espacio y el límite de nuestros instintos de olvido.
  • La historia, profundamente gráfica, no tendría la capacidad de llegar de la forma como el espectador lo pueda desear, desde no entenderla, ni apreciarla, hasta hacerse de ella como la pura identificación de sensaciones y experiencias reconocibles. 

El desarrollo poderoso de la historia

No sé cómo abordar este asunto, porque la complejidad narrativa y visual es tal, que cada cierta cantidad de minutos, ya no puedes decir lo mismo del personaje central, ni del robot que le acompaña, sin embargo, notas que existe un desarrollo que cada vez pone las cosas «color de hormiga», frasecita «cliché» que para quienes vieron la película ya, sin duda tendrá sentido.

Desde el grito de «¡Hagan algo por favor!» que se me clavó en la mente, al ver la necesidad de esta señora para poder tan solo desayunar, hasta el hecho de desear que se hubiese podido robar más panes del puesto donde lo hacía, la historia tiene matices que comprometen la escala de valores y el apego a las circunstancias.

Es interesante que la descripción del personaje siga una técnica de ofuscamiento que añade a la definición del mismo un largo tiempo de descubrimientos, durante el transcurrir de la película.

La visión esquizofrénica de la protagonista nos muestra soluciones que ella va desarrollando en un afán terco y desenfadado, entre la soledad y la necesidad, mientras somos empujados hacia el deseo de que todo mejore y, sin darnos cuenta, encontramos que el código con el cual la película nos habla, al mismo tiempo, nos pone contra la pared: ¿Aceptamos, justificamos, entendemos, o lo negamos todo?

El poder que tiene la historia es tal, que nos trepamos a ella sin llegar a saber finalmente, qué sí y qué no, en cuanto a la «realidad palpable» y qué sí y qué no en cuanto a algo que habría podido ocurrir solo en la mente de la protagonista.

Dentro del concepto que uno se hace de este tipo de producción cinematográfica, podríamos estar frente a un formato nuevo o quizá frente a la destructiva conclusión social de que lo único real fueron el inicio y el final de un pensamiento agobiado por conseguir un desayuno para empezar el día y una cena para compartir con el pasado, mientras los miedos se iban solucionando en la mente. 

¿Dónde ir a verla? 

Fuimos a ver el Corazón de la Luna en Cineplanet

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