Tan humano y tan musical como Novecento
El pasado 17 de Octubre acudimos interesados y sin saber mucho del asunto, al Teatro Pirandello para esperar en el hall de ingreso y luego en las butacas, al pie de un escenario simple pero de impacto, el inicio de "Novecento. Bailando con el mar", producida por Idea Original y dirigida por Felien De Smedt.
Un piano de cola hermosísimo, en la zona izquierda, pallets apilados a la derecha, y un perchero abarrotado de gorros y sacos, nos dieron la bienvenida.
De pronto, "Novecento... ha sido escrita por Alessandro Baricco, representante de la cultura italiana en el mundo, una cultura que para difundirse, está plenamente orgullosa de no haber utilizado las armas", fue lo que escuchamos de su presentador.
La semana de la cultura italiana, el Istituto Italiano di Cultura, presentaba en ese teatro, de platea llena y entusiasta, una pieza que tendría que mostrarnos algo genial, dado el aliento y emoción que regalaban sus espectadores.
El pianista y el actor
El escenario dejó ver a dos personas, un pianista vestido para la ocasión, que entró tranquilo y se sentó en el sillón correspondiente, mientras un actor dominaba el ruido, naturalmente lógico en la sala, tras una espera dispuesta y deseosa de empezar ya.
Debo confesar que durante los primeros minutos del monólogo mi cerebro estallaba. Estuve fascinado entre lo prodigioso de aquella forma inquietante de cautivar al narrar, la increíble memoria que iba apareciendo ante nosotros, y las iniciales notas de un piano sensible, profundo y mágico.
Louise Lederlé, no por nada un maravilloso exponente de la música, atentó contra lo musicalmente coloquial, desencadenando con pasión, tal intensidad de sentimientos, al punto que, cuando los aplausos llegaron, emergían interminables y se enojaban por tener que detenerse.
El actor y el pianista
Yo no he logrado hasta el momento entender por completo el proceso de adquisición de un personaje como el amigo de Novencento, "Tim Tooney" interpretado por el actor peruano, Jorge Armas.
En cada entendimiento psicosomático de aquel proceso, al que sigo expuesto después de varios días, lo único que puedo decir es que he quedado agradecido.
Sí. Hay que darle gracias a un actor cuando en él, transcurren múltiples personajes, de tantas edades, de tantas experiencias, tan disímiles y tan riquísimos, junto a la mejor destreza del "monólogo - cuenta cuentos" que jamás he presenciado en mi vida.
No tengo más palabras para agradecer, cada momento en el cual parecía que una historia dentro la historia, terminaba, y mientras se incrementaba mi pena por esperar el final, un nuevo episodio volvía a nacer y mi alegría por quedarme atornillado a la silla, en el teatro, me regresaba a la vida.
La historia de Novecento
¿Quién habría pensado que dos padres sometidos a la crisis europea del 1900 dejarían en las mejores manos a su bebé dentro de una caja de zapatos?
¿Quién adivinado que entre las personas que lo recibirían en un barco de migrantes, ese bebé encontraría cultura, experiencias, aprendizajes, amigos, un padre, un mejor amigo, un retador, el riesgo de morir y por sobre todo la plenitud de su ser?
¿Quién si quiera entendido que Novecento es la historia de cómo la naturaleza humana puede ser capaz de darlo todo por el propio mundo que las circunstancias le ayuden a construir?
¿Cómo pudo un barco como el "Virginia" reunir tantas historias, calor de hogar y desafíos para que un bebé abandonado pudiese convertirse en el más prodigioso pianista de todos los tiempos, sin siquiera pisar tierra durante toda su vida?
Para saber de "Novecento" y resolver estas preguntas, solo existe un método infalible: ser testigo de su puesta en escena.
Sergio González
Director Artes Unidas
Muchisimas gracias por tus palabras Sergio. Quedo conmovido y alentado por ellas. Muchos saludos y larga vida al Teatro!!